Eran sólo niños...







¿1968?...







Escritor y Activista Social: Paco Ignacio Taibo...

.

Un día,
el día en que no me detuvieron,
en que ni siquiera me tocaron los golpes,
porque la ley y el orden
me desprecian un rato
descuidados
(era de tarde, llovía).
se olvidaron de mí.
Era un día en que caminé por Insurgentes y los
coches azules
llenaban la calle
hasta sacarla.

Ese día

tenía de papelitos arrugados
llenando los bolsillos.
Si me hubieran registrado
me hubiera sido imposible explicarles
cómo fueron escritos
(es difícil explicar cosas así),
bajo qué luz,
con quiénes,
en qué horas del día
repartía mis pequeños odios con el odio grande
de los miles que éramos.

Es difícil explicarles a ellos.
Los papeles del bolsillo, digo,
eran poemas, o casi,
eran días asustados, gastados, sonrisas repartidas como
volantes en las
esquinas,

eran pintas chiquitas,
casi para mí mismo,
para situarme en el planeta genial
que era hoy la ciudad,
declaraciones insólitas de mi complicidad conmigo mismo,
con lo que estábamos haciendo.

Si entonces ese día,
alguien hubiera dicho
¿de dónde han salido?;
¿quién los hizo?
Son subversivos, reflejan tu anarquismo, tu desconfianza
del mundo,
tus problemas sexuales, tu falta de tristeza, tu soledad
corrupta;
son muestra de que eres aún adolescente, de que en el
fondo desconfías de tí mismo.. .

yo hubiera dicho:
ivete a la mierda! Son sólo poemas; poemas solamente,
y reflejan (nada refleja) todas esas cosas...y además,
todos tenemos papeles en los bolsillos.

Pero hoy, otro día,
si me preguntan qué pasó con ellos,
sería difícil explicar
explicar que estaban por aquí,
que se fueron por las alcantarillas mientras su autor
(corría,
que se derritieron de sudor entre los dedos,
o que están aquí porque los he guardado.
¿Acaso importa? Los volvería a hacer.

Septiembre.





¡Huelum!... #TodosSomosPolitecnico.





"ASÍ NOS QUIERE EL GOBIERNO DE EPN:
INGENIEROS Y LICENCIADOS = EDUCACIÓN PRIVADA.
TÉCNICOS Y AUXILIARES = EDUCACIÓN PUBLICA. 
MEXICANOS DE 1ra Y DE 2da." 
AGM.



Ahora van por nuestros muchachos de Educación Superior...
Mano de obra barata para las transnacionales.
Marchan 17 mil alumnos de la Educación Superior del IPN..


Desmantelar al Instituto Politécnico Nacional (IPN) para convertirlo en un centro privado de capacitación técnica al servicio de las trasnacionales es el verdadero objetivo del Proyecto de Reglamento General de Estudios (PRGE) impulsado, desde mayo pasado, por la actual administración politécnica a cargo de Yoloxóchitl Bustamante Díez, concluyen profesores y estudiantes de esta institución educativa. La autoridad politécnica, en voz de Efrén Parada Arias, secretario académico del IPN, no está de acuerdo. Para el funcionario, se trata de “confusiones interesadas” de “algunos grupos”. Asegura, en cambio, que “el Politécnico seguirá siendo una institución revolucionaria –por su origen y por su base filosófica– y que estará dirigida a trabajar, como desde el principio, con los sectores más desprotegidos de la población”. Parada Arias señala que se trata, simplemente, de modificar los “aspectos operativos” de ingreso, trayectoria, permanencia y egreso de los estudiantes de esta casa de estudios. Las reformas, a decir del doctor en tecnología de alimentos, responderían a necesidades normativas en materia de movilidad, cooperación e internacionalización y a las nuevas exigencias sociales y laborales.

“Mercantilizar” la educación

El proyecto, elaborado por la Secretaría Académica y que actualmente se encuentra en fase de “consulta”, incorpora términos que han generado polémica entre la comunidad politécnica. En el artículo 3 del proyecto se integra el término “servicios educativos”, con lo que transforma a los alumnos en “usuarios de servicios educativos”. “En nuestro país existe una tendencia general de trastocar el sistema de derechos humanos, sobre todo los derechos económicos, culturales y sociales, entre éstos el de la educación, para suscribirlos como mercancías”, asegura Adrián Ramírez, presidente de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos, quien imparte el taller El Derecho a la Educación. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado por México, Estados Unidos y Canadá en la última década del siglo pasado, sería el origen de la “mercantilización”, a decir del doctor en educación por la Universidad de Harvard, Hugo Aboites. “En la legislación mexicana ya se utilizaba la palabra servicio, pero con otro sentido: como servicio a la comunidad o servicio social. Sin embargo, el TLCAN no sólo le quita a la educación el carácter de derecho, sino que la vuelve una mercancía, lo que tiene implicaciones muy fuertes”, agrega el investigador del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco.

Reglamentar cobros.

Aunque los artículos 5 y 6 de la Ley Orgánica del Instituto Politécnico Nacional garantizan la gratuidad de la educación, los “donativos” impuestos a los estudiantes son, en realidad, pagos obligatorios. Así, por este concepto ingresan alrededor de 1 mil 700 millones de pesos –el 10 por ciento de su presupuesto total–, asegura Luis Niño de Rivera, profesor con 40 años de antigüedad en el Instituto. La legislación universitaria, expedida por el Congreso de la Unión el 29 de diciembre de 1981, señala en su artículo quinto: “La educación que imparta el Instituto Politécnico Nacional será gratuita”. Sin embargo, inscribirse en un programa académico, aprender un idioma, recibir atención médica, presentar un examen, practicar un deporte, todo implica pagar cuotas obligatorias, documentan alumnos del IPN. Su preocupación es que, de aprobarse el PRGE, estas prácticas se “reglamenten”. La autoridad politécnica, en voz del secretario académico, niega que el PRGE atente contra la educación pública. Efrén Parada dice que, en el IPN, no existe ninguna asignación de cuotas por contraprestación de servicios, pero reconoce que la Secretaría de Hacienda les exige, al igual que a otras instituciones federales, ciertas “aportaciones”. “Hay un catálogo de servicios en donde la propia Secretaría establece tarifas. Eso está mucho más allá de lo que quisiéramos hacer en esta materia porque forma parte de la estructura hacendaria.”

¿Usuarios o alumnos?

Efrén Parada señala que alumnos son las personas inscritas en algún programa académico. Y dice que usuarios, de acuerdo con el PRGE, serían quienes “atienden a una oferta específica”, como los servicios educativos complementarios: lenguas extranjeras, cursos, educación continua. Sin embargo, en la última versión del PRGE se define como “servicios educativos” a todo lo que ofrece el Instituto, incluidos los programas académicos. Es decir, un alumno es también un usuario. Parada confirma lo anterior: “Un servicio educativo puede ser parte de lo que nosotros tenemos en la estructura académica regular; no necesariamente tiene que ser un diseño aparte”.

Las “salidas laterales”

El secretario académico del IPN acepta que el término “salida lateral” –incluido en la primera versión del PRGE– resulta polémico. Se trata de la propuesta para que el IPN reconozca los estudios parciales de nivel medio superior o superior mediante un “certificado de competencias técnicas y/o laborales o un título de profesional asociado”. Efrén Parada explica que no obstante haberse suprimido de la versión más reciente del PRGE, en la práctica las “salidas laterales” se mantienen. Incluso se encuentran vigentes las “carreras” de profesional asociado en telemática; profesional asociado en automatización; profesional asociado en manufactura, y profesional asociado en biónica. Se imparten en la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas. Cuestionado al respecto, Parada considera que las “salidas laterales” no rebajan la calidad de la educación. Antes bien, obedecen a la necesidad de brindar una oportunidad a los jóvenes que no logran terminar sus carreras: obtener un título intermedio que los ampare para ejercer profesionalmente. “Que no quede en el reglamento significa que queda al interés del joven aceptarlo o no. No es una cosa que se imponga por norma, pero no podemos dejar a los jóvenes sin la oportunidad, simplemente porque hay una crítica sobre la propuesta.” Los profesores politécnicos agrupados en la Unión Sindical Democrática del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (USD-SNTE) consideran que las “salidas laterales”, además de desvalorizar la educación superior y depreciar la fuerza de trabajo profesional, representan la renuncia, por parte de la institución y del Estado mexicano, de asegurar la calidad de los egresados y de resolver el problema de la deserción escolar. Víctor Moreno, integrante de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, dice que mientras la legislación vigente ofrece a los alumnos “mecanismos y alternativas que garantizan la culminación de su formación académica”, el PRGE reduce las opciones de aprobación de los estudiantes, y los orilla a optar por las “salidas laterales”, a las que califica de “falsas salidas”. Por ejemplo, el artículo 34 de la segunda versión del PRGE refiere que “cuando se modifiquen los planes de estudio de los niveles medio superior o superior, no podrá afectarse retroactivamente a los alumnos”. Sin embargo, más adelante, el mismo artículo limita este beneficio a dos ciclos escolares, incluso condiciona la inscripción al nuevo plan al cupo disponible. Este modelo va a tecnificar más la educación que imparte el IPN, previene Hugo Aboites. “De por sí el bachillerato tecnológico bivalente del Politécnico tiene una inclinación muy fuerte a la cuestión técnica; con esto se fortalece todavía más esa idea”. Los estudiantes agrupados en el Colectivo 23 de Septiembre consideran que el objetivo de este proyecto es hacer del Politécnico un centro de capacitación técnica al servicio de las trasnacionales, en contraste con lo que mandata su Ley Orgánica: “El IPN es la institución educativa del Estado creada para consolidar, a través de la educación, la independencia económica, científica, tecnológica, cultural y política para alcanzar el progreso social de la Nación (…)”. “¿Cómo van a explicar esto a los jóvenes originarios de otros estados de la república que, ante la imposibilidad de obtener títulos de licenciados o ingenieros en provincia, hacen un gran esfuerzo por venir a estudiar al Politécnico?”, se pregunta Gabriel, estudiante de ingeniería en comunicación electrónica en la ESIME-IPN, plantel Culhuacán.



Deterioro del nivel académico

Académicos señalan que la aplicación del Nuevo Modelo Educativo –que ahora con el PRGE se pretende reglamentar– ha deteriorado la calidad de la educación que imparte el Politécnico. “Si yo comparo el nivel de mis estudiantes que actualmente llegan a posgrado y que son buenos estudiantes –tienen promedio de 8 y están becados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología– con los estudiantes que tenía hace 10 años, la diferencia es notable”, confiesa Luis Niño de Ribera, profesor en la maestría de microelectrónica y en el doctorado en comunicación electrónica en la ESIME Culhuacán. Golpear las matemáticas, “el lenguaje fundamental para poder hablar y entender la ingeniería”, es para el catedrático el motivo principal de que el nivel de los cursos que ahora imparte en el posgrado sea el que impartía en licenciatura. “Esto no se puede entender más que como un acto deliberado para golpear la formación de los jóvenes en aspectos fundamentales de las matemáticas, para que en México no se desarrolle tecnología y ciencia.” Durante las últimas dos décadas, Niño de Ribera ha sido testigo de las medidas emprendidas por las autoridades politécnicas en este sentido: reducir el número de horas de matemáticas en la enseñanza de las ingenierías, no invertir en el nivel vocacional (“donde se cultiva la semilla de las matemáticas fundamentales”) y permitir que ingresen al nivel superior del Politécnico estudiantes de otras escuelas que no tienen el mismo nivel de matemáticas. A decir de Víctor Moreno, profesor politécnico con 15 años de docencia en la institución, el criterio ha sido modificar los planes de estudio con el propósito de eliminar ciertos contenidos, los “impertinentes”, para sustituirlos por los “pertinentes”, en función de los intereses de las trasnacionales. Niño de Ribera, quien de 2008 a 2009 fue miembro del Consejo General Consultivo –máximo órgano colegiado de consulta del IPN–, recuerda la contestación de José Enrique Villa Rivera cuando, en una de las sesiones de este Consejo, se le increpó sobre el evidente deterioro en la formación de ingenieros calificados: “Lo que nos está pidiendo Man Power y las empresas de contratación es otra cosa”, fue la respuesta del entonces director.

Movilidad, fuga de cerebros.

La movilidad académica que, de acuerdo con el PRGE, consiste en el intercambio de estudiantes entre las unidades académicas del IPN y de éste con otras instituciones –del mismo país o del extranjero– contribuye también al desmantelamiento del IPN, asegura el profesor Víctor Moreno. Se trata, en realidad, de un mecanismo para institucionalizar la fuga de cerebros, pues sólo los estudiantes regulares (los que no adeudan materias) pueden participar en estos intercambios. Pensar que en el Politécnico se genera todo el conocimiento mundial y, por tanto, cerrarse ante experiencias como ésta “sería fatal para la institución”, asegura Efrén Parada, quien define “movilidad” en términos de mejorar la formación de los estudiantes y la calidad del servicio educativo. La movilidad significa, en el fondo, reforzar el mercado de estudiantes, asevera Hugo Aboites, estudioso del campo de la educación por más de tres décadas.

Educación a distancia

Además, el PRGE incorpora por primera vez la educación a distancia en el IPN. La define como la que “utiliza diversos medios de comunicación y sus combinaciones, proporcionando distintas posibilidades para el estudio, aun cuando alumnos y profesores se encuentren distantes”. Sin embargo, se preguntan los académicos cómo se enseñarán las disciplinas politécnicas cuando para éstas son necesarias las prácticas en los laboratorios. Uno de los problemas históricos de la educación a distancia –desde los cursos por correspondencia en la década de 1950– ha sido que “mucha gente se inscribe y muy pocos continúan”, pues se requiere de un contexto social favorable o, en su caso, de una “disciplina de monje”, asegura Hugo Aboites. Si bien, la educación a distancia no se sostiene por sí misma, puede resultar útil como complementaria al proceso presencial, se pronuncia el investigador. Del modelo de educación a distancia planteado en el PRGE se desprende la figura del “profesor asesor”, que caracteriza al docente como un “facilitador”, lo que implica un cambio sustancial en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Se trata, a decir de Víctor Moreno, de la fórmula constructivista “aprender a aprender”, que concentra la carga del proceso educativo en el aprendizaje, no en la enseñanza. “El problema es que pretenden quitarle toda la obligación a la institución y a los profesores para dejársela a los estudiantes”. Efrén Parada sonríe espontáneamente al conocer el argumento anterior; lo rebate. Mejorar la actuación del profesor frente a la formación de los jóvenes, pero sobre todo, dotar a los estudiantes de las herramientas que les permitan mantenerse actualizados por sí mismos, es el objetivo de recurrir a la técnica moderna del autoaprendizaje, expone el funcionario. Figuras académicas como la de “profesor asesor” o “profesor tutor” –contempladas en el PRGE, no así en el Reglamento de las Condiciones Interiores de Trabajo del Personal Académico del IPN vigente– pueden resultar en “algo bueno” o, en su defecto, en una absoluta irresponsabilidad institucional, considera Hugo Aboites. Un sistema bien estructurado de apoyos y de tutorías sería excelente, manifiesta el también profesor universitario. No obstante, en éste y otros puntos, el PRGE es muy ambiguo. Además, al tratarse de un proyecto que no parte de los profesores, sino de la autoridad, las figuras de “profesor asesor” y “profesor tutor” quedarán en el nivel de iniciativas, pues, aunque se aprueben, para el sector académico no tendrán sentido.

Formación de emprendedores.

La existencia de dos centros de apoyo al fomento y desarrollo empresarial –la Unidad Politécnica para el Desarrollo y la Competitividad Empresarial y el Centro Incubador de Empresas de Base Tecnológica–, así como del Programa Institucional de Formación de Emprendedores y Promoción de Empresas Innovadoras, prueba que los planteamientos del PRGE, en este caso, el de formación de emprendedores, no son nuevos en el IPN. Se trata de llevar a las aulas la visión neoliberal de la economía, cuyo objetivo es que los estudiantes sientan que deben ser empresarios, expone Víctor Moreno. “Es por eso que introducen una serie de materiaschatarra, que en realidad son contenidos ideológicos neoliberales. Por ejemplo, en este momento, en la Escom (Escuela Superior de Cómputo) hay un curso de liderazgo”.

El Proyecto, en marcha.

En los hechos, aun sin fundamento legal aprobado, “las cosas están echadas a andar”, denuncia Rosario Trejo, secretaria General del Sindicato Docente de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas del IPN. Otros sectores de la comunidad la secundan: la autoridad del Instituto ha venido aplicando diversas medidas que atentan no sólo contra la Constitución Política del país, sino también contra una legislación de carácter federal, expedida por el Congreso de la Unión, como lo es la Ley Orgánica del Politécnico. Efrén Parada rechaza que el PRGE sea ilegal, pero reconoce que, efectivamente, pretende legalizar una serie de prácticas derivadas del Nuevo Modelo Educativo –rebautizado en el IPN como Modelo Educativo Institucional– que, desde hace más de una década, se aplican en el Instituto. Así, de aprobarse dicho proyecto, tendrán que modificarse también normatividades secundarias vigentes, aunque, por ahora, no se ha hablado de cambiar la Ley Orgánica ni el Reglamento Interno, refiere el funcionario.

Consulta simulada.

A pesar de que la autoridad politécnica asegura que el PRGE es fruto de un proceso democrático y, por tanto, responde a los intereses del conjunto de los politécnicos, estudiantes y docentes, entre éstos los que integran la Fraternidad de Catedráticos de la Unidad Profesional Santo Tomás –asociación civil que agrupa a los 70 profesores del IPN con experiencia mínima de 25 años–, manifiestan que no fueron tomados en cuenta. Rubén del Cano –exsubdirector académico de la Escuela Superior de Comercio y Administración y presidente de la Fraternidad de Catedráticos– denuncia que la denominada Consulta del PRGE, impulsada por la autoridad politécnica desde el 27 de mayo, es una mera simulación, pues, en realidad, “nos han hecho a un lado”. La consulta se dio poco antes de finalizar el semestre, cuando profesores y estudiantes tienen mayor carga de trabajo y los estudiantes tenían escasos 30 minutos para leer y comentar una centena de artículos. Profesores y alumnos señalan que los académicos afines a la autoridad dictaban a sus alumnos lo que debían opinar, y algunos jefes de carrera obligaban a los estudiantes a firmar un documento en el que manifestaban su conformidad con el PRGE. Agregan que la consulta no cuenta con un marco metodológico transparente. Efrén Parada no se inmuta al escuchar las críticas. Precisamente por esas “observaciones” y por esos “errores”, provocados por alguna “mala interpretación de operar las cosas”, se decidió ampliar el plazo de la consulta (que hasta el 9 de agosto habría logrado recabar entre 50 y 60 mil opiniones); además, para que los estudiantes de nuevo ingreso tengan la oportunidad de participar en ésta, manifiesta el funcionario. Asimismo, en un oficio dirigido a Juan Manuel Cantú, secretario General del IPN, estudiantes de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, que el pasado 20 de mayo pretendían realizar una feria politécnica en las instalaciones de esta escuela, denunciaron que Rosalía Torres, su directora General, intentó condicionar la realización de este evento sociocultural a garantizar, por escrito, que “no se hablaría del nuevo reglamento de estudios”. Efrén Parada se niega a emitir cometarios al respecto; se trata de asuntos que competen a la Secretaría General del Instituto, arguye. Explica, en cambio, que el proceso de aprobación de este proyecto es aún largo: una vez concluida y sistematizada la información de la segunda etapa de consulta, se integrará una tercera versión del PRGE que llegará a la Comisión Revisora de Proyectos Legislativos para, finalmente, ser sometida al pleno del Consejo General Consultivo. Efrén Parada se muestra orgulloso del proyecto. Al fin, fue diseñado por la Secretaría que encabeza, apoyada “por grupos técnicos que existen en cada una de las áreas de la gestión institucional, particularmente las que tienen que ver con los asuntos de escolaridad, académicos y con la parte de la gestión administrativa. Es un grupo grande de unos 50 compañeros”.

“Salidas laterales” Empleadores rechazan “técnicos” y el Instituto Politécnico Nacional es lo que pretende formar con las “salidas laterales”: otorgar certificados de competencias técnicas o títulos de profesional asociado a quienes no concluyen sus estudios. La medida podría parecer progresista, pero la realidad desenmascara el discurso, explica Hugo Aboites. El sistema de universidades tecnológicas –establecido en México en 1992–, que ofrecía títulos de técnico superior universitario, luego de cursar carreras de dos años, fracasó. Quince años después de su fundación, la matrícula de las 65 universidades tecnológicas creadas no había alcanzado, siquiera, los 60 mil estudiantes, refiere el investigador. Asimismo, los resultados del estudio Escolaridad y oferta de trabajo en una megaurbe moderna en la era de la globalización muestran que los empleadores de la zona metropolitana de la ciudad de México solicitan personal con nivel de licenciatura y, mucho menos, de nivel técnico. Datos del estudio, correspondientes a 2002, señalan que 243 empleadores buscan personas con nivel de secundaria; 648, técnicos; 159, comerciales; 63, egresados del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica; 820, de bachillerato; 2 mil 221, de licenciatura, y 68, técnicos superiores universitarios.

Educación privada, el punto de referencia.

El vocabulario de los reglamentos del Tecnológico de Monterrey tiene una gran similitud con los que se busca que adopte el Instituto Politécnico Nacional (IPN), incluido el Proyecto de Reglamento General de Estudios, observa Hugo Aboites. Esto se debe, explica el doctor en educación, a que las políticas educativas en México (basadas en el modelo académico que en 1999 se gestó en la Unión Europea) apuntan a “uniformizar” u “homologar” la educación que se imparte en el país. Se trata, señala, de establecer un modelo de competencias comunes: habilidades, conocimientos y valores, cuyo punto de referencia es la educación privada. “Lo peor”, asegura Aboites, ha sido la “patética” reacción de la educación pública que, en su afán de competir, ha optado por parecerse a la educación privada, sacrificando su identidad y su misión social. Esto es parte del desmantelamiento del Politécnico, apunta el profesor Víctor Moreno; al despojarlo de su esencia, el IPN “sería indistinguible de cualquier escuela particular”.


Fuente: Periódico Digital Regeneración.





















Miguel Oaxaca, fotografía...



La realidad estereotipada



El paseo.
.

El beso.



El beso de la serpiente.








Música.



En Broadway.

.

El caballito.


Soles Fríos...



Mi niño estrella
dulce, ácido, efímero
caballero protector,
manos de niño.

Compañero mío
en desandares,
forzado confidente,
palabra mía.

Pinto soles fríos
que me queman
decirte he, el aguado
desespero de mis ojos.

Esta calma muda,
destartalada,
sin ringnes suaves
a deshoras, asesina.

Cuelgo nubes blancas
del cielo triste
para que brinques,
torbellino irrefrenable.

He de morir sin tu abrazo
ojos tristes,
he de morir ahogándome,
diciendo cuanto te amo.



Soles Fríos.


Shasha...
18/09/2014

El Grito de los Monos...






¡Tenía que ser "La Bamba", más jarocha que Isla Sacrificios!... ( : 8*




¡rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, échele mi gente! ...


Mi Sugerencia es Que Todos nos involucremos En Una Conversación Con La instancia de parte de la Humanidad a La Que Se Puede estrechar la mano ...
Coello.







Él, nuestro hermano mayor...


Julio Cortázar, una tentativa de hurgar en lo posible.

Homenaje a un siglo de su nacimiento

Queda de un gran pensamiento el registro de la fabulosa inflexión que ha hecho hacia el terreno de lo posible. Queda la manera de hacer visibles los cordones casi insondables de donde se desprende el hilo que deja entrever las hebras de una realidad múltiple, el esfuerzo por rondar los límites y a menudo traspasarlos. Y el de Julio Cortázar es uno de esos pensamientos que contribuyeron al gran rompimiento de los preceptos literarios y al resquebrajamiento de la visión ordinaria (que sucede como cuando en el sueño se ve caer una lluvia de fuego y al despertar resulta que todo alrededor está perfectamente calcinado). Porque en rigor todo es posible, basta con provocar el gran incendio interior, pues lo único que no podría pasar por alto el Ser (el Ser con mayúscula) es no haber incitado al gran estallido en el mismo núcleo de la concepción de todas las cosas: quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer… saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancia pegajosa que nos detiene de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos.

Esa calcinación dulce que nos convoca a mirar más allá de todas las formas, Cortázar la vislumbró desde ángulos diversos; en la historia de dos hermanos que paulatinamente son expulsados de su casa por una fuerza que no pueden identificar pero cuyo poder terrorífico es superior a cualquier cosa tangible; o la del hombre que se accidenta en su motocicleta y durante su convalecencia sueña que es llevado a la piedra de los sacrificios durante un ritual azteca, pero en algún momento nos damos cuenta de que quien ha tenido un extraño sueño en el que había una ciudad espléndida y en el que montaba un enorme insecto de metal, es en verdad el sacrificado poco antes de llegar a la gran piedra donde habrá de ofrendar su sangre.

El arriesgue, el juego consiste en mantenerse al interior del incendio: Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego. Y fue en este juego de ficción donde Cortázar desarrolló el ejercicio de la huida (porque nuestra verdad posible tiene que ser invención), en casi un centenar de cuentos asombrosos, cinco libros almanaque (compuestos de poemas, cuentos, recortes periodísticos, pequeños ensayos), dos de teatro, tres de poesía, y siete novelas que tienen en Rayuela el intento más admirable por alcanzar la otra orilla, los otros límites: París es un centro… un mandala que hay que recorrer sin dialéctica, un laberinto donde las fórmulas pragmáticas no sirven más que para perderse. ¿Y qué fórmulas había de establecer un pensamiento que se escabulle entre las oquedades que deja ver la otra realidad? ¿Qué mecanismo engendraría para perseguir lo que una conciencia de las dimensiones de Johny Carter buscaba? Ese personaje que encarna el drama del músico genio, drogadicto y miserable (homenaje a Charly Parker), es un punto de partida para acometer la fuga: La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene que ver con… bueno, con nosotros, por decirlo así. Y cada que Johny Carter ejecutaba un solo con su saxo que habría de empeñar al día siguiente, se abría un tiempo nuevo: yo no me abstraigo cuando toco. Solamente cambio de lugar. Pero, ¿qué lugar, qué tiempo extraordinario es el que se alcanza mediante la implicación absoluta con el arte? (Todo es elástico, chico, las cosas que parecen duras tienen una elasticidad, decía Carter). José Lezama Lima había dicho en torno a la obra cumbre de Cortázar: Rayuela ha sabido destruir un espacio para construir un espacio, decapitar el tiempo para que el tiempo salga con otra cabeza.

Para cohabitar en la alcoba cortazariana (no decimos “entender”, porque nada disgustaba más a Cortázar que esa palabra), sería lícito conocer a quienes conforman su familia espiritual (Mis dioses están en la tierra y no en otra parte, solía decir). De su afición por la literatura francesa (omitiremos las ya sabidas influencias de Edgar Allan Poe y Jules Verne) podemos resaltar dos momentos cruciales: primero, la figura de Jean Arthur Rimbaud, y después, el movimiento surrealista (cuyos planteamientos fundamentales parecen estar influidos también por el joven poeta de Charleville). De Rimbaud, gracias a un ensayo temprano escrito hacia 1941, sabemos que Cortázar admiró esa búsqueda del absoluto por medio de la Poesía para llegar a los confines del propio Ser: quiere abrirse un camino a través del infierno, a través de la Poesía, y alcanzar por fin la conquista de su propio Yo… Más allá está la vida —poesía, libertad, divinidad—; y todo su terrible camino no es más que un reiterado más allá. Aún aceptando que hubo en él la esperanza de llegar a lo absoluto de la Poesía, de lograr un conocimiento de lo incognoscible mediante la aprehensión poética… todo ello no era un fin en sí… sino el peldaño supremo desde el cual le sería dada la contemplación de sí mismo, desnudo de escoria, diamante ya, enfrentándose con lo divino de igual a igual. Y la frase célebre que ha quedado en la historia de la Poesía como el himno de la búsqueda ontológica más profunda, registrada en la Lettre du Voyant (“La carta del vidente”): Car Je es un autre (“Yo es otro”), donde sugiere un desajuste de todos los sentidos en vías de nuevas y desconocidas rutas poéticas, pero sobre todo del Yo concreto (tentativa para encontrar la Vida que su naturaleza le reclamaba, insiste Cortázar), tiene una fuerte resonancia en el autor argentino, quien incluso llega a poner en labios de su Johny Carter otra frase igualmente enigmática, que pareciera la contestación a la primera: “No soy yo, yo”.

Junto al hombre que idolatró por haber jugado la Poesía como la carta más alta en su lucha contra la realidad, Cortázar absorbió así mismo el movimiento encabezado en París por André Bretón, del cual diría pocos años antes de su muerte: El Surrealismo fue una gran lección para mí, no tanto una lección literaria, sino como una lección de tipo metafísico; el hecho de que el Surrealismo me mostró la posibilidad de enfrentar la llamada realidad cotidiana no sólo desde la visión convencional, de la lógica aristotélica, sino tratando de ver lo que se daba en los intersticios, siguiendo la famosa frase de Alfred Jarry: preocuparme no tanto por las leyes sino por las excepciones de las leyes, que en efecto son siempre más interesantes que la ley misma.

De estos materiales están constituidos los personajes más emblemáticos del imaginario cortazariano; Horacio Oliveira, La Maga, los miembros del Club de la serpiente, cuyas noches de jazz, ginebra y filosofía se presentan como ceremonias lúdicas (pero no menos solemnes) en que el espíritu practica una deliciosa apertura frente a la monumentalidad de lo vital.

Abrumado de absoluto, Cortázar recorre los innumerables pasillos del lenguaje hasta llegar al patio en blanco, al fuego sordo que consume las formas rígidas, la forma huidiza que se lanza hacia otras nuevas, y que asume la casualidad como un principio vivencial, como algo que estaba pactado bajo su fascinante método oculto. En rigor, Cortázar busca también una visión estética del mundo, donde las potencias edificantes del arte transforman la mente de los hombres mediante un prisma que todo lo disocia en formas enigmáticas: La luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas. ¿Pero qué tipo de formas son las que se dejan distinguir en la estética cortazariana? Todas aquellas que han organizado la tentativa de ir un poco más allá; el desmembramiento de estructuras como un curioso salto cuántico que hace una liebre para llegar a un sendero imposible, el humor como un sable meticuloso que despedaza los cuadros lógicos de nuestra inaceptable realidad, la fantasía como alternativa para modificar el tema del hombre, peluquero de sí mismo, repitiendo hasta la náusea el corte quincenal.

Y el amor, ese ritual inexplicable en que el Ser vence sus contornos para ir en busca del otro (¿para recibirlo?), para fundirse en un mismo movimiento convulso que todo lo comienza de nuevo: Nos hemos estado encontrando, paso a paso, desde mucho antes que nos viéramos por vez primera, mucho antes de tu cuerpo junto al mío, nos hemos venido hallando como un caracol sigue a la luna por la noche, como un pájaro se deja llevar por el aire para llegar a otro nido, le dice Oliveira a la Maga, símbolo que condensa la sensibilidad y la ternura en estado puro, emblema que fecunda la luz negra, aquella manera natural de observar y de sentir el universo a fuego limpio. Es la Maga y no la realidad quien hace que Cortázar (Horacio Oliveira) se replantee las cosas desde un ángulo divino (te siento temblar junto a mi como una luna en el agua); es ella quien hace que la escritura de Rayuela se sublime y entre en una espacialidad deslumbrante: Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada... Y no lo sabe, igualita a la golondrina… Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas.

En este ir y venir del orden al desastre luminoso, Cortázar presintió que es el amor la fuerza motriz de las máximas transgresiones (o acaso el desamor y su lenta máquina, los engranajes del reflujo, los cuerpos que abandonan las almohadas, las sábanas, los besos). Porque en esta aventura extraña, en este hechizo triste que es el devenir del tiempo, sólo unas pocas mentes han podido franquear las fronteras de lo posible; un desvelamiento labrado con la potencia de una fuerza ciega, una suerte de entrega a poderes mayúsculos que sólo mediante la detonación de las facultades sensitivas puede imaginarse (para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, dice Oliveira a la Maga). Pero estas fuerzas no provienen de otro lado que de la misma alma humana: Se podrá decir que la poesía es una aventura hacia el infinito; pero sale del hombre y a él debe volver.

Harán falta páginas para hablar de la generosidad del escritor, de su abierta posición a favor de las causas justas, de las polémicas que abrió para buscar el carácter del ser latinoamericano, de su apoyo irrestricto a las insurgencias latinoamericanas del siglo XX (incluyendo la Revolución cubana, aún en sus momentos más polémicos) contra lo que él y muchos más llamaron el imperialismo norteamericano, sistema, que en su criterio: hace todo lo que puede para asimilarnos a su estilo de vida, a su manera de pensar, y en última instancia… a su manera de entender el mundo, que es un sistema capitalista-imperialista… que no es mi sistema ideal, ni la vía que yo pienso que tiene que ser la de América latina. Recordemos brevemente que Julio Cortázar formó parte del Tribunal Rusell, fundado originalmente por Bertrand Rusell y Jean Paul Sartre para juzgar los crímenes de guerra cometidos en Vietnam por Estados Unidos, y que extendió su denuncia hacia las torturas ejercidas en América latina por los gobiernos de extrema derecha. Recordemos también que las regalías de su novela Libro de Manuel, fueron destinadas a los abogados que defendían a los presos políticos de la dictadura argentina, y que gracias a ello, muchos salieron libres. Juan Rulfo, quien rara vez habló de algún contemporáneo suyo, dijo de Cortázar: Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo.

Para el Cortázar maduro, la fuga se tenía que dar en lo más profundo del espíritu pero también en el destino de la sociedad, que tenía su desenvolvimiento más urgente en la liberación de los pueblos oprimidos. Y que si las condiciones así lo requerían, había que estar preparados para dejar de combatir con las máquinas de escribir, para salir a pelear con otro tipo de máquinas.

Un siglo después del nacimiento del genio argentino, la historia parece haberle dado la razón.

Leopoldo Lezama. Ensayista y editor. Estudió Lenguas y Literaturas Hispánicas en la UNAM.
Fotografía: Rogelio Cuéllar.




Mi Adorado Sabines...



Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Los amorosos.





Lorca...


Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

"El poeta dice la verdad"





"Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos"...




Elena Poniatowska, la Princesa Roja convertida hoy en "Reina de las Letras"

“El silencio de los pobres, silencio de siglos de olvido”


MÉXICO, D.F. (poceso.com.mx).- Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.

Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.

Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.

La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.

A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.

María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.

Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato”.

Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema “Primero sueño”. Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.

Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela- testimonio “Hasta no verte Jesús mío”, no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.


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Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el “Marqués de Comillas”, el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México” —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.

Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”

Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora: “Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”

Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.

Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra “gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los jardines son un


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pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.

¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.

Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la ventera. Antes, en México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo: “Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en tren”.


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Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde, Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido. “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.

La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para tanto.

Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.

“¿Quien anda ahí?” “Nadie”, consignó Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”. Muchos mexicanos se ningunean. “No hay nadie” —contesta la sirvienta. “¿Y tú quien eres?” “No, pues nadie”. No lo dicen para hacerse menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla. Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar


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escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me respondió: “Pues póngame nomás Juan”, no sólo porque no quería singularizarse o temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es también un silencio de siglos de olvido y de marginación.

Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para montarse en el tren de la muerte llamado “La Bestia” con el sólo fin de cruzar la frontera de Estados Unidos.

En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una “Homérica Latina” en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en “angelitos santos”, la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador de zapatos —en México los llamamos boleros—. El novelista José Agustín declaró al regresar de una universidad norteamericana: “Allá, creen que soy un limpiabotas venido a más”. Habría sido mejor que dijera “un limpiabotas venido a menos”. Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy por hoy en qué grado depende


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de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla literaria ha sido ganada por los chicanos.

Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz en 1981, Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en 2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.

Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre amigos quisiera contarles que tuve un gran amor “platónico” por Luis Buñuel porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri —cárcel legendaria de la ciudad de México—, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados “conejos”, nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.

Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.

Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”.

Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.


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El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.

A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: —Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?

Paula le dijo su edad y Luna insistió:

—¿Antes o después de Cristo?

Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el “Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.

A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.

En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro repetía las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.

Muchas gracias por escuchar.








Elena Poniatowska...
(Escritora, periodista y activista política)

"Muere lentamente (...) quien no oye música..." Neruda.

Me importa madre...


En México la noción de pecado preside la vida. Un desencanto profundo paraliza el movimiento: todo es vanidad y aflicción de espíritu. Nacemos derrotados, cristianos al revés: no sólo aceptamos la contingencia sino que nos solazamos en ella y, lo que es más, le rendimos culto. Soportamos estoicos -me importa madre- la vida. México es la negación de la vida, del optimismo. La risa, salud de cuerpo y espíritu, se halla abolida. Entre burla y conmiseración, de vez en cuando aparece en nuestros labios, acre, maloliente. Practicamos una extraña forma de incesto. En un país en el cual la única ley acatada es la violación, la madre representa, en principio, lo inaccesible. El Dios es la madre y existe como tal porque no hemos reposado con ella en el mismo lecho. Es, por eso mismo, el único punto vulnerable. El más duro de todos los insultos es chinga a tu madre y, prácticamente, empleamos el día en chingarla. Este insulto persigue la nulificación de lo inaccesible, pretende degradar al contrincante: envilecerlo brindándole gratuitamente la categoría de incestuoso. El parlamento del ofendido es obvio: devolver amplificada la misma injuria. Se establece así una identidad étnica entre ambos contendientes: los dos son trasgresores del mismo "tabú", al quitar las comillas el objeto madre se convierte en sujeto, es decir, en mujer. Y la mujer es, por definición, ser accesible: alcohol que rige nuestra vida afectiva. El verbo chingar se convierte en interjección al pasar el hombre del tumulto a la soledad. Chin...es la antítesis de nuestra habitual cortesía: es símbolo de la ira. Tras la tensión de la sociabilidad, viene un período de ensimismamiento, oculto y prolongado, durante el cual nos entregamos a ese estado de furia con el fin de recuperar el equilibrio. Chin... es un afloramiento de nuestro rostro social, un balbuciente me vale madre reglas y preceptos, una catarsis elíptica. Me importa madre es una e presión de defensa, de anticipada defensa, que en caso de no ser oportunamente empleada, se convertiría en su sinónimo: me dieron en toda la madre. Y antes que aceptar la voz pasiva, usamos la activa: te dí en toda la... La madre, por lo que se ve, es polivalente: representa en forma indistinta, lo inaccesible y lo accesible, el valor y la cobardía, la verdad y la mentira. En última instancia, nos defendemos de Cristo amando a su Madre, nos defendemos de la madre rindiendo culto a la Virgen, nos defendemos de las vírgenes violándolas, confiriéndoles rango de madres.




Emmanuel Carballo...
(Escritor, ensayista, crítico literario, editor y periodista mexicano)